La secretaria de Agricultura de Estados Unidos, Brooke Rollins, encendió las alarmas al declarar que su país dejará de importar carne argentina como parte de la política «America First» de Donald Trump. Sin embargo, desde el sector ganadero local relativizaron sus palabras y aseguraron que el impacto real sería mínimo.

La polémica declaración

En una entrevista con Fox News, Rollins afirmó: «La gente eligió a este presidente disruptivo para que ponga a EE.UU. primero, no a India, no a China, no más carne de Argentina, no más lácteos de Canadá».

El mensaje llegó en medio de la escalada arancelaria de Trump, que impuso un 10% adicional a las importaciones de carne argentina, sumándose al 26,4% ya vigente.

Respuesta argentina: «No tiene sustento real»

El analista ganadero Víctor Tonelli restó importancia a las declaraciones: «Me parece más una frase política que una medida concreta. EE.UU. necesita nuestra carne, especialmente cortes magros para su industria».

Detalló que Argentina exporta 40.000 toneladas anuales a EE.UU., apenas 2-3% de las importaciones totales del país. Además, el país cuenta con una cuota Hilton de 20.000 toneladas (con arancel casi nulo), muy inferior a los 400.000 toneladas de Australia.

«No hay motivos comerciales para cerrarnos el mercado. Incluso con el nuevo arancel, el impacto se diluirá en la cadena», sostuvo Tonelli.

Preocupación por los aranceles, pero no por la prohibición

Miguel Schiariti, presidente de la Cámara de la Industria y Comercio de Carnes (Ciccra), advirtió que la carga impositiva total (arancel + retenciones) supera el 42%, afectando la competitividad. Sin embargo, coincidió en que no hay señales de un bloqueo real.

Desde Cancillería ya iniciaron gestiones para revisar la lista de productos afectados por los aranceles. «Hay negociaciones en curso. Por ahora, lo prudente es esperar», concluyó Schiariti.

Conclusión

Mientras el gobierno de Trump endurece su discurso proteccionista, el sector ganadero argentino confía en que la demanda estadounidense mantendrá las puertas abiertas. La batalla, por ahora, no es por el acceso al mercado, sino por cómo absorber los costos adicionales.

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